El sexo, el amor y el matrimonio, son tenidos -en ocasiones- como socios inseparables y -en otras- como antagonistas. Muchas personas -¿la mayoría?- juran que nunca disfrutarían del sexo si no hubiera matrimonio, o por lo menos amor de por medio. Otros sostienen que tanto el enamoramiento como el matrimonio tienen fecha de vencimiento, en coincidencia con el ocaso de la atracción sexual en la pareja. A la hora de separar, los hombres tienen mayor permiso social para disfrutar del sexo prescindiendo del amor. Pero hay evidencias de que la mujer también está conquistando este terreno.
El enamoramiento es "una especie de imbecilidad transitoria" para Ortega y Gasset. Algo parecido sostiene Groucho Marx, cuando denuncia que es un crimen que alguien tome una decisión tan importante como casarse, cuando está bajo los efectos de tal enajenación y en verdad lo que quiere es sexo. Woody Allen afirma: "El sexo con amor es lo mejor que hay. Y el sexo sin amor es lo segundo mejor".
Por su parte, el novelista Philip Roth usa la ficción para teorizar sin límites. Le hace decir al protagonista de "El animal moribundo": "El matrimonio cura los celos. Por eso lo eligen tantos hombres. Porque no están seguros de esa otra persona, le hacen firmar el contrato: No haré..., etc". Pero agrega que al casarse uno sabe que un día deberá prescindir del sexo en ese matrimonio, para fijar su atención en otros objetivos (profesión, dinero, etc.) Y lamenta que la gente renuncie a algo tan preciado, porque cree que el sexo es lo que permite al hombre vengarse de las miserias de la vida. "Sólo entonces estás más limpiamente vivo y eres tú mismo del modo más limpio. La corrupción no es el sexo, sino lo demás. El sexo no es sólo fricción y diversión superficial. El sexo es también la venganza contra la muerte", dice el personaje. ¿Será para tanto?